Cuando el ajedrez es una herramienta de integración para los más postergados

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En su libro, el sociólogo y docente Agustín Teglia cuenta su experiencia brindando talleres de ajedrez en el barrio Zavaleta (en Barracas) y en instituciones penales de niños y adolescentes. Por eso desmiente que se trate de un juego para cierta clase social y asegura que ayuda a canalizar emociones y destrabar conflictos.

Un niño detenido por participar de un robo organizado por su mamá prefería perder el rey a entregar la dama. En algunas de los talleres en instituciones para adolescentes siempre faltan o desaparecen los reyes. Un chico de uno de los encuentros en un barrio de emergencia evitaba el enroque, al que definía como “una jugada de maricones”.
Estas y otras anécdotas surgen a cada momento en “Caballito de Troya”, el libro en el que el sociólogo Agustín Teglia condensa sus muchos años de docente en talleres de ajedrez en espacios socioeducativos como en el programa Club de Jóvenes que se desarrolla en las escuelas públicas de la Ciudad de Buenos Aires, en la Villa Zavaleta de Barracas, en centros cerrados de adolescentes y en centros psiquiátricos de adultos.
Sin embargo, el libro de la Editorial Marat no es una colección de anécdotas ni el relato de la experiencia de llevar el ajedrez a esos ambientes, sino un manual de enseñanza del juego. “Busco sumar herramientas para los docentes, para su maleta de herramientas, para que tengan más posibilidad de intervención”, sintetiza el autor.

Cuenta Teglia que él mismo aprendió el juego en su infancia, con las enseñanzas de su mamá y que en el living familiar había un tablero con el que jugaba con su hermano y su primo. Por entonces adquirió el gusto por ese divertimento de asedio al rey, al que apeló como herramienta, entre otras como la música, las artes plásticas y el teatro como comenzó a organizar talleres en el barrio Zavaleta de la Ciudad de Buenos Aires y en centros de internación de adolescentes y adultos. “Busco transmitir esa pasión que tengo como aficionado, hay chicos o adultos que me dicen que no les gusta y les pido que le den un tiempo”, cuenta. Y aclara que el juego sirve para socializar y también para canalizar conflictos a partir de una actividad con reglas.

En ese sentido Teglia se ocupa de desmitificar la idea de que el ajedrez es una actividad reservada a ciertas clases sociales: “En la Villa 21 tuve que desechar mis propios prejuicios de que no era para ellos. Los nenes de cinco años se entusiasmaban cuando les contaba la historia del ajedrez y los metía en el mundo cultural del juego” y apunta a las ventajas del juego como “una actividad lúdica que desarrolla la atención activa”. “En el taller podemos trabajar con los chicos que tiene diagnóstico de déficit de atención que, a veces, no es una falla sino una estrategia para plantarse en el mundo”, señala.
Recuperando un concepto del escritor Ezequiel Martínez Estrada, que hablaba de que el ajedrez, asociado tradicionalmente con la razón, pone en juego pulsiones o fuerzas internas desconocidas u ocultas, el sociólogo apunta: “Es que si no hay mediación simbólica afloran las emociones y las reacciones de los chicos. Sucedió con un chico que no quería sacrificar a la dama para salvar al rey, ya que él quería proteger sus vínculos. Ellos identifican a los peones con chicos como ellos y al rey y la reina con los papás”.

Teglia tituló a su libro como “Caballito de Troya” para apelar a la idea de un regalo que se transforma en algo diferente y que permite destrabar una situación, en el mito, el asedio a Troya, en sus talleres, ciertos conflictos de los participantes. “En los márgenes es necesario el juego para introducirse”, grafica.
En los talleres de los hogares y los barrios de emergencia que organiza Teglia el juego comienza con la elaboración del tablero. tapitas de gaseosas, envases de plástico, trozos de piedra o de madera sirven para darles vida al rey, la reina, los caballos, los peones, los alfiles y las torres. “Sin embargo, tanto a los chicos como a los adultos, también les importa la materialidad. Las piezas grandes y bonitas generan entusiasmo o curiosidad en los más chicos o gente con depresión”, argumenta y recuerda que cuando recorría centros judiciales la pieza que se extraviaba o se perdía siempre era el rey, la figura de la autoridad. “Llegué a preguntar si no vendían a los reyes por docena”, asegura.

En sus encuentros con chicos y adolescentes. el educador suele apelar a películas, dibujos animados o series para introducir el ajedrez en los talleres. En ese sentido llegó a “Gambito de Dama”. “En la serie está muy bien contada la segregación que sufren las mujeres en el ambiente del ajedrez, pero no está muy buena la idea del progreso individual, casi al azar, y el concepto de que consumiendo pastillas la chica logra pensar y juega mejor al ajedrez. Eso no es así y no es lo que las sustancias hacen en los chicos que veo diariamente”.
Fuente: Télam