MANAOS compró CUNNINGTON: Setenta palos, cero traje y pura estrategia

Lo que pasó no se parece en nada a una jugada tradicional. Mientras otros se enredan con bancos, consultoras y carpetas llenas de números, Manaos decidió ir al grano: cerró trato directo con los dueños de Prodea y se quedó con el paquete completo. Nada quedó fuera de la mesa, ni Cunnington ni Neuss. El número también rompió esquemas: 74 millones de dólares, sin vueltas ni promesas. Una movida que pisa fuerte, pero no grita.
Lejos de rumores sobre achiques o fusiones, el mapa sigue igual. Cada marca se maneja sola, con sus equipos y formas intactas. Mientras unos apuestan al lujo y el diseño, Manaos sigue firme en su esencia popular. El plan, aunque suene agresivo, no busca borrar lo que ya existe: Cunnington se vuelve carta clave para pelearle a COCA-COLA sin cambiar su ADN. El estilo sigue, pero el tablero se mueve.
Lo más jugoso está en cómo se cerró todo. Nada de trajes oscuros ni oficinas vidriadas: el acuerdo se hizo en forma directa, sin que asome ni una entidad bancaria. Canido se sentó, charló, y arregló como quien lo hace en una mesa de café, con método criollo y firmeza callejera. Eso no lo convierte en héroe ni pionero, pero sí marca distancia con lo que suele verse en este tipo de operaciones.
El recorrido previo no se puede borrar, pero sí mirar con otra cara. Canido no empezó con glamour: repartía cervezas y gaseosas ajenas antes de armar lo suyo. Conoció a los gigantes desde adentro, trabajó con Pepsi, vendió para Coca, y en el medio metió mano en marcas barriales como Sao. De ahí, tras una caída comercial, nació Manaos. Nada de nombres rimbombantes: lo eligieron por descarte, lo defendieron con precio, y le agregaron estrategia. Mientras tanto, Cunnington retoma camino tras décadas de vueltas, sumándose a un plan que mezcla músculo comercial con picardía de almacén.